Claudio Ruiz, director de la ONG Derechos Digitales, es el encargado de introducir la cuarta fecha del ciclo de conciertos Noa Noa versión netlabels, ocasión que el sello Pueblo Nuevo, representado por sus fundadores Mika Martini y Djef, escogió para celebrar cuatro años de operaciones. “Leía en un blog -relata a los asistentes Ruiz- a alguien que decía que no sabía si Pueblo Nuevo era un netlabel, un sello discográfico o una ONG, y lo que dijo Mika Martini frente a esa pregunta es que estaba orgulloso de tener una propuesta política”. La cita no es gratuita: en los últimos cuatro años, Pueblo Nuevo se erigió como el mayor ente operativo y socializador del concepto netlabel en nuestro país, con más de cuarenta discos en mp3 de descarga gratuita en su catálogo, que abarcan desde hip-hop hasta electrónica experimental.
Esta noche hay poca gente en el Bar Consitución y es mejor así, porque para la música que se aproxima es necesario el silencio. El que parte es Mika Martini, refugiado al costado derecho del escenario, mientras el visualista Oktopus T.V. mueve las perillas y se suceden las inquietantes imágenes, que a lo largo de la presentación muestran desechos, botellas y stencils que mutan de color, a la par de samplers que evocan sonidos de vientos y ruidos de metales. Afuera, la lluvia arrecia Santiago pero, al interior, Mika Martini dibuja su propio paisaje invernal que permite cerrar los ojos, situarse a la orilla de un río e imaginarse el sonido de árboles, niños y pájaros.
Al cabo de unos minutos vuelven los colores y comienza un ruido ensordecedor de máquinas afiladas. El ritmo se acelera con melodías típicas de organillero entrelazadas con música electro-tropical y recién ahí uno podría bailar, pero nadie lo hace. Se oye una zampoña y el silbato de un tren. Entonces podemos ver el efecto de velocidad en las murallas como si estuviéramos a bordo de un ferrocarril. Con sus imágenes de basura y distintas expresiones urbanas, Mika Martini parece transmitir la contaminación visual a la que estamos expuestos y de la cual todos somos parte.
Djef, a continuación, hace sonar un sintetizador grave mientras arma su propio universo sonoro: efectos y sonidos que van desde goteras y descorchadores, hasta aire de compresas. Todo de la mano de imágenes en blanco y negro que remiten al baile: una mujer moviendo plumas glamorosas y tropicales de los años 30as y coreografías en bailes de salón. Al menos ya hay un asistente que se mueve con la cerveza en la mano, al son de notas hawaianas y timbres diversos.
El set de Djef mezcla con maestría ambientes lúgubres y melodías más alegres. Aquí, a diferencia de la música de Mika Martini, no se percibe el sentimiento de ahogo, sino un frenesí que invita al cuerpo y los oídos a salir disparados en diferentes direcciones. Dan ganas de parase a bailar con los ruidos espaciales y de destapar cervezas. Ya no importa a qué te remita, en realidad. Al final, Djef se trata del baile.
Macarena Lavín, Super 45
Breakfast
Genial!!! felicitaciones